LA BODEGA

En Can Bas, no hay espacio más pulcro, moderno y que nos pida más inversión que el de la bodega. Para nosotros la bodega es sagrada.

En Can Bas, las puertas de la bodega se abren cuando el otoño se acerca. La uva vendimiada llega sana y salva en cajas pequeñas para evitar las roturas que estropearían los racimos. A plena luz del día, las manos diestras de los operarios seleccionan los granos, uno a uno, sobre la mesa de selección. Si tenemos que elaborar un vino blanco, la uva se prensa con presteza y el mosto resultante se conduce a las tinas o a las botas de fermentación. Si se trata de un tinto, la uva sólo se pisa y, una vez ha fermentado, es sometida a un prensado suave.

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En Can Bas, nos interesa que todas las cualidades frutales y aromáticas del mosto pasen al vino. Tras la vendimia, la oscuridad, el silencio y el sosiego reinan de nuevo en la bodega. El vino pide reposo y condiciones idóneas para evolucionar, sea dentro de las tinas de acero inoxidable, sea en el interior de las botas de roble francés.

En Can Bas estamos al servicio del vino. Por este motivo, las crianzas no obedecen a criterios administrativos ni tienen una fecha fijada. Es la cata y la experiencia, el justo equilibrio entre fruta y madera, lo que determina el momento de embotellar los vinos.

En Can Bas sabemos que el proceso del vino no acaba una vez metido en botella. Por ello destinamos recursos y un espacio muy especial de la bodega a la crianza del vino en botella. Así es cómo nos exigimos legarlo en mesa con todo su esplendor.